Me encanta la lectura. Es quizá de los mayores regalos que me han podido hacer mis padres desde bien pequeña, inculcarme la ilusión por aprender a través de una herramienta tan simple y poderosa como son los libros. Conectar con una idea que te resuena de un libro tiene sin duda el potencial de cambiar una vida. Hace ya algún tiempo que, más allá de novelas, prefiero leer libros enfocados al desarrollo de otros ámbitos de la persona que por desgracia no se enseñan en colegios o universidades. Mis pacientes siempre se llevan alguna recomendación a este respecto, y es que la enfermedad es sin duda una gran oportunidad para cuestionar creencias y sumergirse en la aventura del autoconocimiento.
Hace poco terminé un libro donde pude ver expuesta la realidad diaria de muchos de mis pacientes: la mentalidad de crecimiento ante cualquier fenómeno de la vida, incluida la propia enfermedad. Ojo, esto nada tiene que ver con esa imagen que nos venden los medios del enfermo como “guerrero” o “la lucha contra la enfermedad”. Esto no va de luchar, va de descubrirse y crecer ante cada oportunidad que nos aporta la vida para ello.
En este libro bien conocido llamado “Mindset”, Carol Dweck definió dos tipos principales de mentalidad: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento. Esta reconocida psicóloga ha centrado sus investigaciones en el estudio de la plasticidad de nuestra mentalidad, es decir, de ese sistema operativo o “software” con el que interpretamos el mundo y afrontamos aquello que nos trae la vida.
La mentalidad fija (fixed mindset) se refiere a la creencia de que nuestras habilidades y cualidades son estáticas e inmutables, fijas. Es el clásico “yo soy así”. Las personas con esta mentalidad piensan que sus capacidades son innatas y no pueden ser mejoradas significativamente con esfuerzo o desarrollo personal. Este tipo de mentalidad puede conducir a evitar desafíos, temer el fracaso puesto que es entendido como incompetencia y buscar validación únicamente a través de los resultados olvidándonos del propio proceso de aprendizaje.
Por otro lado, la mentalidad de crecimiento (growth mindset) implica creer que nuestras habilidades y cualidades pueden desarrollarse mediante el trabajo personal, la práctica y la persistencia. Las personas con mentalidad de crecimiento ven los desafíos como oportunidades para aprender y crecer, y piensan que el esfuerzo y la dedicación conducen al éxito. Ven los errores como una parte esencial del proceso de aprendizaje y están dispuestas a asumir riesgos, incluso aunque esto implique la posibilidad de fracasar. Son esas personas que entienden los reveses de la vida como oportunidades de aprendizaje.
Es fundamental puntualizar que esta mentalidad de crecimiento se puede trabajar (así lo vemos en los estudios), y vinculado a este concepto de mentalidad de crecimiento estaría el de plasticidad cerebral, una realidad fascinante que corrobora la ciencia más actualizada. Ya lo decía el gran Ramón y Cajal: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Podemos ser escultores, y hacerlo supone lanzarnos a la vida desde un enfoque mucho más liberador.
¿Cómo podemos empezar a trabajar esta mentalidad de crecimiento?
1- Autoconocimiento, auto-observación
Empezar a ser consciente del contenido de mi mente es el primer paso. La incorporación de técnicas de meditación o mindfulness en el día a día es una gran estrategia para ello.
2- Kaizén
La filosofía del Kaizén se basa en establecer objetivos muy pequeños. Mejorar un poquito cada día.
La mejora del 1% implica realizar pequeños ajustes y mejoras que, aunque pueden parecer insignificantes en el momento, se acumulan con el tiempo para generar un progreso sustancial. Es una estrategia que se basa en la consistencia y la persistencia, promoviendo cambios graduales que sean sostenibles a largo plazo.
3- Autocompasión.
Ser amable con uno mismo, algo por desgracia poco frecuente en muchos pacientes. Nada que ver con autocompadecerse, la autocompasión está muy relacionado con la resiliencia. Te dejo otra autora inspiradora a este nivel, con grandes trabajos en el ámbito de la vulnerabilidad:
“Amarse a uno mismo mediante el proceso de abrazar nuestra propia historia es lo más valiente que uno puede hacer”.
Brene Brown
4- Ganar en conciencia corporal
Como dice la gran Nazareth Castellanos, “el cuerpo sabe aquello de lo que la mente aún no se he dado cuenta”. Trabajar la conciencia de nuestro cuerpo, cómo respiro, cómo es mi postura corporal, cómo me muestro al mundo, ¿desde una posición de apertura o desde una posición cerrada?. Es clave. Incorporar aquellas prácticas que me “sacan” del constante ruido de la mente y me permiten bajar al cuerpo: el ejercicio físico, el baile, manualidades, trabajo artesanal, terapia manual, autocuidado…
5- Intención firme de aprendizaje.
Ante toda situación que conlleva un sufrimiento empezar a preguntarnos ¿Cómo podría yo ver esta situación de otra manera? Nos sorprenderemos ante el despliegue de nuestra capacidad creativa cuando así lo permitimos.
Aprovecho este post para agradecer a mi mayor fuente de aprendizaje a este nivel, mis propios pacientes, con sus diferentes procesos y maneras particulares de vivirlos. Esos pacientes que me recuerdan con sus historias que el objetivo no está simplemente en la ansiada meta, en la resolución de sus procesos individuales, sino por encima de todo está en quién te conviertes por el camino.